FRANK SINATRA: LAS GRABACIONES CAPITOL
Próximamente se cumplirán 100 años desde el nacimiento de Frank Sinatra, un icono de la música, del cine y, en general, de la cultura y la sociedad del siglo XX y aprovechamos esta inmejorable ocasión para recordar la figura de un artista irrepetible y, en concreto, de uno de los períodos más fértiles de su dilatada carrera musical, sus grabaciones para la discográfica Capitol.
En el año 1952, el mundo se desmoronaba alrededor de Frank Sinatra. Su vertiginosa carrera artística en la música y el cine, llegaba a un abrupto final. Los años de gloria y fama, los delirios de sus fervientes admiradoras, parecían cosa del pasado y el artista sucumbía en una profunda crisis personal, artística y financiera. Su contrato con Columbia había finalizado, el cine y la televisión, le daban la espalda. Para consumar su descenso a los infiernos, su relación con el verdadero amor de su vida, la hermosísima Ava Gardner, se aproximaba a un tormentoso final
Sin embargo, apenas un año después, dos afortunados eventos, cambiaban definitivamente el rumbo de los acontecimientos y devolvían a Sinatra el éxito y la fama perdidas. Por un lado, el papel de Angelo Maggio en la película De Aquí A La Eternidad, le valía un merecido Oscar al mejor actor secundario, y por otro, en el mes de marzo de aquel año, firmaba un contrato discográfico con Capitol Records.
Años después, el propio Sinatra resumía aquel renacimiento artístico y personal, con esta frase: "Cambié de discográfica, cambié de abogados, cambié de contables, cambié de estudio de cine, cambié mis trajes y ya estuve preparado para volver al trabajo..."
Años después, el propio Sinatra resumía aquel renacimiento artístico y personal, con esta frase: "Cambié de discográfica, cambié de abogados, cambié de contables, cambié de estudio de cine, cambié mis trajes y ya estuve preparado para volver al trabajo..."
Así que, en el ámbito musical, Sinatra comenzaba una segunda carrera y era ahora la discográfica Capitol la que, sin demasiado convencimiento, le abría de nuevo una puerta. En aquel año, comenzaba la etapa mas fructífera, artísticamente hablando, en la carrera de Sinatra. Desde su primer larga duración Song For Young Lovers, hasta el último grabado para esta discográfica en 1961, el nostálgico y crepuscular, Point of no return, Sinatra nos ofreció, durante casi diez años, un repertorio de fabulosas grabaciones, en las que, progresivamente, su voz y su fraseo iban ganando en seguridad y madurez, impulsado por los arreglos orquestales de Billy May, Gordon Jenkins o Axel Stordahl y, sobre todo, de su inseparable Nelson Riddle, que con sus arreglos modernos y sofisticados, imprimió a la música de Sinatra una sonoridad característica, un espíritu jazzístico, cálido y ligero, que el artista conservaría hasta el fin de su carrera.
Porque no hay que olvidar, que, aún cuando Sinatra es un cantante de música popular, también lo es de Jazz: Sinatra grabó durante su carrera, con las orquestas de Harry James, Tommy Dorsey, Count Basie o Duke Ellington. Su forma de cantar, su fraseo, sus improvisaciones sobre la melodía, estaban cargadas de un enorme swing. Tal vez baste recordar, que el propio Miles Davis, que no es precisamente sospechoso de atribuir cualidad alguna a un blanco de forma gratuita, afirmaba que aprendió a frasear escuchando a Sinatra.
Y es que, cuando escuchamos a Sinatra, nos planteamos a menudo donde esta el secreto. ¿Que es lo que le diferencia de otros geniales crooners como Crosby o Bennett?. Sin duda, el tono de su voz es decisivo: es viril, sin vibrato, carente de toda afectación. Por otra parte su atractivo personal es indudable. Alguien dijo que Sinatra es el hombre con el que todas las mujeres querrían acostarse y a quien se quieren parecer el resto de los hombres.
Imaginároslo, en el escenario o en el estudio, frente a un micrófono, allá en los años 50, cuando el mundo era joven. Ahí está con su sombrero ladeado y su traje a rayas; Sinatra es eminentemente elegante. Tal vez acabe de reunirse con alguno de sus amigos de la "cosa nostra" porque, según dicen, Sinatra alterna con hombres "de respeto" como Sam Giancana, o quizás haya gastado, poco antes, 50.000 dólares en un casino de Las Vegas con sus amigos del Rat Pack. Da igual, su entonación y su fraseo serán perfectos. Su autoridad es total, el dominio, absoluto. En el estudio, con frecuencia, no repite las tomas; la primera no solo es la mejor, es la única posible, aunque tampoco hay que olvidar que también es un perfeccionista que cuida de su arte y su imagen de forma exquisita, así que otras veces las tomas se repiten una y otra vez hasta que se alcanza el grado de perfección buscado por el artista.
Las grabaciones Capitol, todas ellas, en mayor o menor medida,
son una obra de arte de la música popular y del jazz del siglo XX y no sólo por
el arte vocal de Frank Sinatra, que alcanzó en aquel periodo el zenit de su
madurez, sino también por la calidad de los arreglos orquestales o por
el nivel artístico de las orquestas de estudio de la época, con solistas de gran nivel como el trombonista
George Roberts, el trompetista Harry "Sweets" Edison, el saxofonista Buddy
Collette o el violinista Felix Slatkin y su esposa, la viloncelista Leonor Slatkin, el guitarrista Al Viola y por
supuesto el sempiterno compañero de Sinatra el pianista Bill Miller, que participaron en aquellas históricas grabaciones. Y por
supuesto este coctel se completa con la extraordinaria calidad técnica de los
registros discográficos, que dotó a los álbumes de Sinatra de unas cualidades de
calidez y claridad inéditas hasta entonces, gracias a las
innovaciones introducidas por Capitol, tales como el nuevo micrófono Neumann U47
del que Sinatra se enamoró, la llegada del LP, de la grabación estéreo o a elementos tecnológicos punteros como las cámaras de eco
construidas en los sótanos del icónico edificio de Capitol en Los Ángeles. Pero desde
luego, por encima de todo, está la imponente autoridad de este artista renacido de sus cenizas, el irresistible magnetismo de su personalidad carismática.
Bueno y tampoco hay que olvidar la cuidada presentación de
los álbumes, su diseño, su arte gráfico que evoca el encanto de aquella edad
de oro de la música, del cine y del espectáculo. Algunas de sus más célebres
fotografías nos lo muestran en pie frente a un micrófono Neumann con el logo de
Capitol, con su traje impecable y su sombrero ladeado. Sinatra tenía clase,
estilo, elegancia.
Cuando canta, en ocasiones, alarga las palabras, modifica la entonación de las frases, introduce constantes contrapuntos y variaciones en la melodía, que transmiten un swing contagioso. Su voz es un insinuante guiño a un oyente fascinado por esa personalidad de atractivo irresistible. En las baladas huye de cualquier sentimentalismo fácil. Su técnica baladística no es lacrimógena sino simplemente emocionante. Y luego está su forma de contarte una historia, tan convincente y conmovedora. Sinatra es un contador de historias, nos habla de la felicidad del amor, o, más a menudo, del amor fracasado y, en este aspecto, ha firmado clásicos absolutos como "One For My Baby" o "Angel Eyes", cuyas versiones para Capitol, en el álbum "Only The Lonely", son definitivas. Su amigo, el actor Charlton Heston, dijo, en una ocasión, que cada canción que Sinatra canta, es como una película de cuatro minutos.
Por eso, Sinatra nos deja con el convencimiento de que ha interpretado la canción de la mejor manera en la que es posible hacerlo. Tal vez otros lo hagan de otra manera, pero él es el paradigma. Es difícil explicar el por qué, quizás porque se trata de un sentimiento y siempre es complicado explicarlos con palabras o mas bien es conveniente no intentarlo siquiera.
"Point of no return" en 1.961, pone fin a este periodo sin igual en la carrera de Francis Albert Sinatra. Fue ésta una etapa de gran calidad musical, pero también de enorme éxito comercial. Álbumes de larga duración y sencillos, como Song For Swinging Lovers, Sinatra Swingin´ Session, Only The Lonely, In The Wee Small Hours, No One Cares, Where Are You, Come Fly With Me y otros muchos, son hoy grabaciones de culto, joyas discográficas.
Sinatra creaba en ese año su propia discográfica, "Reprise", con la que se iniciaba un periodo más comercial, aunque también lleno de magníficas grabaciones, entre las que destacan las efectuadas con el compositor brasileño Antonio Carlos Jobim y las registradas con la Big Band de Count Basie.
Pero, si bien el conjunto de las grabaciones efectuadas por "la voz" a lo largo de su carrera, le colocan en un lugar de privilegio en la música del siglo XX, las efectuadas para Capitol, reservan a Sinatra un puesto preeminente en la historia del Jazz vocal.
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