REGRESO AL SLUGS' SALOON



    Una noche de jazz en Nueva York, a mediados de la década de los sesenta, podía comenzar en el Vanguard, puede que escucharas a Sonny Rollins tocando para cinco personas, luego irías al Gate para pillar a Cannoball Adderley que frecuentemente estaba allí. Luego te pasabas por el Five Spot, desde sus cristaleras podías decidir si entrabas o no. Luego terminabas en el Slugs’

    Así describe el trompetista Charles Tolliver, uno de los más destacados músicos de la escena jazzística underground de aquella época, lo que podía ser un recorrido nocturno por los clubes de jazz de Nueva York, mediados los sesenta del pasado siglo, cuando la noche conducía irremisiblemente hasta las puertas del Slugs' Saloon. Un club afterhours, en el que se podía escuchar música hasta las cuatro de la madrugada situado en Alphabet City, en el East Village del bajo Manhattan. Un barrio peligroso e indeseable al que los taxistas de la ciudad se negaban a entrar. Un local que muchos describen como poco más que un antro sucio regentado por dos amantes del jazz Jerry Schultz y Robert Schoenholt, que abrieron sus puertas en 1964 y las cerraron definitivamente en 1972.


    Un club abarrotado, una atmósfera densa por el humo de los cigarillos, el aroma del alcohol y la profundidad de las conversaciones que se mantenían en sus mesas, nidos de conjuras y revolución. Aquel garito se había transformado en un lugar de moda, la magia de la bohemia atraía a la intelectualidad local y a los más ilustres visitantes foráneos, como el pintor Dalí que visitó el local. Allí se daban cita escritores y pintores, artistas y hipsters, auténticos o impostores, que alternaban con aficionados, curiosos, diletantes o simples snobs. Prostitutas y camellos eran también habituales en club.

    El escenario estaba reservado para los artistas de la vanguardia del jazz de la época que no encontraban su oportunidad en ningún otro lugar. Porque el Slugs' fue la sede oficial del free jazz que irrumpía con fuerza en aquella era. Allí reinaba una música rompedora y disruptiva, concebida como un instrumento de las luchas raciales que conmocionaban al país en esos años, un arma más en una guerra híbrida declarada contra el sistema. Estéticamente, una música de difícil digestión e imposible éxito comercial que pronto se mostró como un callejón sin salida aunque su radical propuesta, dejó su huella en otros artistas que, aún no compartiendo aquella visión heterodoxa, simpatizaban con los fundamentos ideológicos del movimiento y esa simpatía, se reflejó en su música.

    En el club, en sus mesas, en su escenario se daban cita algunos de los líderes de la nueva cosa. Entre los habituales del club estaba el saxofonista Albert Ayler, el pianista y casi filósofo Sun Ra que con su célebre Intergalactic Research Arkestra era residente en el club y amenizaba las noches de los lunes. También era fácil escuchar al bajista Charles Mingus y por supuesto al trompetista Charles Tolliver, que, como integrante de la banda del saxofonista Jackie McLean tuvo el privilegio de inagurar el escenario del Slugs' tras su apertura en 1964. Aunque su carrera no iba acompañada del éxito comercial, su carácter inquieto e inconformista, le situó en la vanguardia artística del aquella época, rebelde y socialmente comprometida. 

    El trompetista Lee Morgan también era habitual en aquel club, que fue testigo de su trágica muerte en el frío invierno neoyorquino de 1972, abatido por los disparos de su celosa pareja Helen More, en uno de los incidentes más dramáticos de la historia del jazz que hizo tristemente célebre al Slugs’.


Lee Morgan y Helen More

    Por supuesto que los grandes gurús del free jazz como Ornette Coleman o Archie Shepp desfilaron por su escenario como grandes protagonistas, pero también estuvieron allí presentes otros muchos grandes artistas de la época que no llegaron a cruzar la frontera pero que también eran representantes del jazz más progresivo como Wayne Shorter, Charles Lloyd, Bobby Hutcherson, Freddie Hubbard, Joe Henderson o Herbie Hancock por citar sólo algunos. El propio Miles Davis visitaba de cuando en cuando el club para estar al día de lo que se cocía en la vanguardia jazzística de la gran manzana.



    Algunos registros discográficos, ni demasiado abundantes ni de gran calidad técnica, nos devuelven a las noches del Slugs'. Entre ellos los que recogen las actuaciones del saxofonista Albert Ayler en el mes de mayo de 1966, o de Sun Ra en 1972. Pero sin duda el más brillante testimonio discográfico de la historia del club, lo dejó el trompetista Charles Tolliver, cuyo disco Live At Slugs’, grabado también en 1972, fue editado en dos volúmenes por su propia discográfica Strata East fundada por el trompetista junto con su amigo y socio el pianista Stanley Cowell. También el pianista McCoy Tyner y el saxofonista Joe Henderson fueron grabados en el club, pero aquel registro no ha visto la luz hasta el año 2024, cuando Blue Note publicó un álbum doble con el merecido título de Forces of Nature, Live at Slugs’, una buena muestra de la música trepidante e inconformista que se gestaba en el club, una olla a presión de rabia y creatividad que amenazaba con estallar en cualquier momento. También algunos registros del saxofonista Charles Lloyd en el año 1966 fueron publicados por Resonance Records, hace unos años.

Sun Ra

    Hacia finales de 1972, el Slug’s cerraba sus puertas, quedando en el pasado como una leyenda, como recuerdo de una de las épocas más convulsas y apasionantes de la historia de Estados Unidos, como un faro luminoso en la larga noche de la gran era jazzística que aún hoy apagado dejó un legado imborrable en el devenir de las revoluciones que en los años siguientes transformarían la música y la cultura norteamericanas para siempre.

Lorenzo Orriols




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